¿Existe diferencia entre tu deseo sexual y el de tu pareja?, ¿genera conflicto en vuestra relación? En este artículo veremos algunas pautas para gestionar esta situación y que no destruya tu relación de pareja.
La convivencia, el cansancio, el estrés, las preocupaciones familiares o laborales conllevan problemas que afectan a todos los aspectos de la relación, incluida la vida sexual. Estas y otras circunstancias, como las diferentes etapas por las que pasa una relación, modifican los hábitos sexuales de las personas, haciendo que en muchas ocasiones los miembros de la pareja no tengan una sincronicidad en el deseo sexual.
A esa discrepancia entre el deseo sexual de ambos, se le llama disritmia sexual, significa que uno de los miembros de la pareja tiene un nivel de interés o deseo que es significativamente mayor o menor que el del otro miembro.
El que quiere sexo más a menudo tiende a frustrarse, ya que se siente rechazado: empieza a tener dudas de su capacidad de atracción, su autoestima empieza a decaer y tenderá a conclusiones erróneas del tipo “ya no te gusto”, “hay otra persona”, “por qué no puede ser como antes”, “me engañaste al principio creyendo que eras una persona más sexual”, etcétera.
Al mismo tiempo, el miembro que muestra menor menos deseo se siente incomprendido y duda de si es normal lo que le ocurre. También ocurre que se ve ante la obligación de tener que “cumplir” para evitar problemas en la relación, manteniendo relaciones sin ganas.
Es importante tener en cuenta que estos problemas son comunes en las relaciones y no significa que exista un problema en la relación. La comunicación abierta y sincera entre las parejas puede ayudar a superar estos obstáculos y encontrar soluciones que sean satisfactorias para ambas partes. También es importante reconocer que los cambios en la libido pueden ser causados por factores externos y que hay otras alternativas disponibles.
Por ello es importante saber cómo comunicar el que en ese momento no se desea mantener relaciones sexuales, o una práctica concreta. A continuación, dejo unas pautas que pueden ayudar a resolver esta situación.
1. Dar una razón, explicar el porqué:
Es difícil que los dos miembros de una pareja sientan el mismo deseo sexual a lo largo de la relación. Normalmente uno de los dos es más sexual que el otro. Por lo tanto, puede ayudar que la persona que no siente tanto ese deseo, explique porque es así, qué significa el sexo para sí. Esto ayudará a que su pareja no se sienta mal y no se lo tome como algo personal.
Dar las explicaciones oportunas contribuirá a que el otro conozca nuestros sentimientos y preferencias: porque estamos cansados, porque no es el momento, porque no nos ha gustado cómo ha empezado, etcétera. Así evitaremos caer en el mismo error la próxima vez.
2. Darse un poco de tiempo
En cuánto nos lo proponen, o vemos indicios de lo que va a ocurrir, a veces decimos que no de forma automática. Es la primera respuesta, o tal vez sólo un gesto. Y lo hacemos porque en ese momento quizás estamos ocupados o pensando en otra cosa. Si dejamos unos minutos para cambiar el humor, relajarnos y dejar que todo fluya tal vez nos demos cuenta que sí tenemos ganas.
Puede ser positivo no iniciar la relación sexual de forma instantánea, sino darse un tiempo para relajarse, darse cariño, y ver si el cuerpo y la mente son capaces de conectar con esa situación sexual.
3. Ofrecer una alternativa
Muchas veces el problema de que no nos apetezca es que siempre hacemos lo mismo. Sabemos exactamente cómo empieza y acaba la película y, en un momento dado, nos da pereza, o simplemente no nos apetece.
En este caso, introducir nuevas prácticas sensuales o sexuales puede despertar ese deseo. El sexo es un momento de intimidad y conexión con tu pareja, no tiene que existir siempre una penetración ni una práctica sexual. Optar por otras alternativas menos sexuales como caricias, masajes, besos o una masturbación mutua podría ser una opción más apetecible. Se trata de salir de lo previsible y lo conocido.
Quién sabe, tal vez después de eso sientas una mayor excitación.
4. Sinceridad
Es esencial tener en cuenta que decir "sí" a una actividad sexual cuando no se tiene el deseo o la energía para ello puede tener consecuencias negativas a largo plazo. El sexo no debe ser una obligación o una tarea a cumplir, sino una experiencia mutuamente satisfactoria para ambas partes.
Cuando se siente la presión de tener relaciones sexuales, puede generar sentimientos de estrés y ansiedad, lo que puede afectar negativamente la calidad de la experiencia sexual y la relación en general. Además, ceder constantemente a las solicitudes de la pareja cuando no se tiene el deseo de participar puede llevar a la falta de comunicación, la pérdida de la confianza, un mayor resentimiento con tu pareja y la disminución del deseo sexual en general.
Por lo tanto, es fundamental que ambas partes en una relación sexual se comuniquen de manera clara y abierta sobre sus deseos, necesidades y límites sexuales. Esto incluye la capacidad de decir "no" sin sentirse culpable o avergonzado.
5. No presionar ni contraatacar
Es importante recordar que la comunicación en una relación sexual debe ser respetuosa y empática en ambas direcciones. Si uno de los miembros de la pareja ha dejado claro que no tiene ganas de tener relaciones sexuales, es crucial que el otro respete esa decisión sin presionar o insistir en el acto.
Presionar a la pareja para tener relaciones sexuales puede ser una forma de coerción sexual y puede ser perjudicial para la relación. Es fundamental que ambos miembros de la pareja comprendan y respeten los límites y deseos sexuales del otro.
También es importante que la persona que no tiene deseo, no ataque o juzgue a la pareja por tener un mayor deseo sexual. Puede hacer que se sienta avergonzada o culpable por sus deseos, haciendo que reprima sus ganas y no vuelva a tener iniciativa en las relaciones.
Es importante tener una comunicación abierta y honesta sobre los deseos y necesidades sexuales de cada persona.
6. Entenderse a uno mismo
Un punto fundamental es que nosotros mismos seamos capaces de entendernos para comunicar lo que nos ocurre a nuestra pareja.
Es importante que nos hagamos preguntas cómo: ¿Por qué no nos apetece? ¿Porque estamos cansados? ¿No nos gusta ya nuestra pareja? ¿Es aburrida nuestra vida sexual? Comprendiendo lo que ocurre podremos trabajar juntos en una solución.
En conclusión, la comunicación vuelve a ser una herramienta capaz de solucionar esta situación y que os refuerce como pareja.
Si aún tienes dificultades en la comunicación con tu pareja, puede ser útil considerar la terapia de pareja. La terapia puede ayudaros a desarrollar habilidades de comunicación efectivas, a resolver conflictos de manera más constructiva, y, sobre todo, a mejorar la relación en general.
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